lunes, 23 de septiembre de 2013

LOS EBOOKS FACILITAN LA LECTURA A LAS PERSONAS CON DISLEXIA

Las personas con dislexia se van a beneficiar de los libros electrónicos o ebooks a la hora de mejorar su capacidad de lectura. Los ebooks, según un estudio que se publica en PLos ONE, son más fáciles de leer que los de papel. La razón, según el autor del trabajo, Mathew Schneps, Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísca (EE.UU.) puede estar en que los ebooks contienen líneas más cortas que los de papel, y no en el uso en sí mismo de libros electrónicos.
Para el estudio, los autores compararon la comprensión y velocidad de lectura de 100 voluntarios con dislexia en libros de papel o en ebooks. Los expertos vieron que aquellos a los que les costaba mucho leer, lo hacía con mayor facilidad en los ebooks que en los libros tradicionales. De hecho, los voluntarios con limitada capacidad de atención visual tenían una mejor comprensión del texto en los lectores electrónicos que en los de papel.
Los resultados sugieren que las líneas cortas, con menos palabras, como las que muestran en los lectores electrónicos, pueden ayudar a algunos lectores disléxicos lectores a centrarse en palabras individuales, eliminando así el texto presente en la misma línea que potencialmente podía distraerlos.
S. GUTIERREZ- ABC

miércoles, 18 de septiembre de 2013

PORQUÉ Y PARA QUÉ LEER CUENTOS A LOS NIÑOS

Introducción
¿Por qué contar o leer cuentos a los niños? Se nos ocurren tantas y tan variadas razones que se nos aturulla el teclado. Por eso nos limitaremos a hablar con el corazón, de la mano de expertos como Ros i Vilanova, Abril, Caivano, Filion o Savater.
Contar cuentos es una tarea apasionante, motivadora y gratificante, no sólo para el oyente sino también para el narrador. Éste posee un poder inmensamente maravilloso e iniciático, ya que a través del cuento todo lo que el niño conoce cobra movimiento y actúa de formas irreales, mágicas e incluso absurdas que llenan su universo mental de matices oníricos, catárticos y evocadores.
Los cuentos están poblados de situaciones y personajes reales o fantásticos que el niño puede evocar mental y verbalmente, pero el poder de la palabra y el gesto del narrador les confieren una magia y un sabor indescriptibles.
El niño, desde bien pequeño, sabe que lo que se le cuenta no es real (¡un lobo hablando con una niña, qué absurdo!), pero lo acepta regocijado porque cuando lee o escucha un relato no está buscando certezas ni confirmaciones científicas de la realidad, sino trasgresiones y puertas para penetrar en el agujero negro (en esta ocasión, recubierto de un esmalte multicolor) de la fantasía, la irrealidad y los imposibles satisfechos.
La utopía hecha cotidianidad, lo paranormal traducido en lo políticamente correcto, lo onírico, lo realista, lo íntimo y lo exterior, la exuberancia y la sencillez, la brutalidad y la ternura, lo pretérito, lo presente y lo por venir, lo modestamente mío y lo gozosamente nuestro… todo explota en un arco iris jacarandoso cuando es tocado por la pluma del escritor o por el exultante y creativo pincel del ilustrador.


Las mil y una virtudes de los cuentos
La narración o lectura de cuentos a los niños reúne un amplísimo repertorio de «indicaciones» que hacen de este brebaje un alimento imprescindible tanto para el cuerpo como para el espíritu. Esbozaremos algunas pinceladas para que los padres se convenzan de la idoneidad de este «complejo vitamínico».

«Eso también me pasa a mí». el niño que vive el acto aparentemente pasivo de escuchar –nos recuerda Roser Ros– confronta constantemente lo que oye y lo que podría haberle ocurrido a él. En esos instantes, se está produciendo un verdadero acto de comunicación durante el cual el chiquillo ha captado tan intensamente el argumento que le está ofreciendo el adulto que le cuenta que necesita hacérselo saber con su contacto físico, pues todavía es demasiado pequeño para expresarlo con palabras.
La narración no interesa tanto por su valor literario como por el mágico encuentro del pequeño con el otro, madre o padre, con el que se fusiona íntimamente para –como dice Fabricio Caivano– «sentirse raptado por la palabra, poseído por la narración y devuelto, sano y salvo, a esta orilla de la vida». Este encuentro se complementa con el descubrimiento de los otros seres que habitan en cada uno de nosotros y que el niño reconoce al identificarse con los diversos personajes de los relatos.
La narración enriquece el oído emocional del niño, su sentido más puro y el menos contaminado por el «ruido» del entorno (la imagen distorsiona la representación que el niño hace de la historia; la musicalidad y la belleza de la palabra oída no requiere intermediarios).
Sobreviviendo a la realidad. Fernando Savater arguye que el relato ayuda al niño a evadirse de la opresión del entorno, de los atroces peligros del crecimiento y la respetabilidad. Los cuentos no dicen que la vida sea idílica, tranquila, armónica, siempre gratificante: dicen que para quien lucha bien, la vida es posible sin dejar de ser humana.
El abrazo amoroso de la literatura. Acurrucado en brazos de sus padres, el niño descubre la maravilla de la palabra escrita y siente el deseo de conocer los códigos de la lectura, esos pequeños dibujos que llamamos letras y palabras. Cuando el adulto le lee –ahora es Rolande Filion quien nos habla– el niño hace predicciones sobre lo que sigue y poco a poco organiza el cuento en su memoria. Si el padre responde a sus preguntas, el niño se volverá activo y se interesará por los libros. Más tarde, apoyándose en las ilustraciones, reproducirá la experiencia de lectura a dúo y revivirá el placer que le produjo.
Satisfacen las necesidades oníricas de los niños. El niño escucha con los cinco sentidos ese cuento que le narra su madre porque se siente fascinado y nota que se sacia una de sus necesidades vitales: la de soñar. Como decía Paul Auster en su magnífico libro La invención de la soledad, «si los seres humanos no pudieran soñar por las noches se volverían locos; del mismo modo, si a un niño no se le permite entrar en el mundo de lo imaginario, nunca llegará a asumir la realidad. La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su necesidad de comida y se manifiesta del mismo modo que el hambre».
Intercambio excelso de sentimientos. Cuando los padres cuentan un cuento a su hijo estalla una miríada de sentimientos exuberantes: el adulto ofrece al niño el regalo impresionante y conmovedor de la palabra y el pequeño le devuelve su mirada más fascinada y entregada, esa que brota del alma y deletrea cada uno de los matices de la gratitud.
Los regalos de los cuentos. Los cuentos ofrecen al niño multitud de regalos. De la mano de Paco Abril iremos desgranando algunos de ellos.
  • Le brindan el regalo del afecto. Cuando le contamos un cuento a un niño le estamos diciendo, sin palabras: «Te lo cuento porque te considero, te valoro, te tengo en cuenta, es decir, porque te quiero». Las palabras con las que están escritos los cuentos para ser efectivas tienen que ser afectivas.
  • Sacian su hambre de ficción. Cuando los niños tienen apetito de un relato oral están pidiendo que conmuevan su corazón, con el tipo de emoción que sea (inquietud, incertidumbre, tristeza, esperanza, alegría...).
  • Le liberan: de la tensión que les produce a veces su realidad, le alejan de la opresión de lo cotidiano, de las normas, las imposiciones, los avisos, las recomendaciones y las recriminaciones.
  • Le ofrecen modelos para identificarse con ellos: los personajes de los cuentos, sus caracteres y las vicisitudes por las que atraviesan, permiten al niño entender sus propias circunstancias y sentimientos.
  • Contagio de la pasión lectora. Si los libros que narramos o ponemos en manos del niño son estimulantes se sentirá impelido a seguir leyendo, porque la miel que pusimos en sus labios será un estímulo ineludible para aprender a leer y experimentar por sí mismo todas las deliciosas texturas que encierran los libros.
  • Acicates para la búsqueda de conocimiento. Asimismo, el niño deseará acceder a libros de conocimientos que le plantearán interrogantes, en los que buscará respuestas y con los que podrá satisfacer su innata ansia de saber. De ese modo se despertará su curiosidad y se sentirá estimulado a investigar.
  • Alas para la imaginación. Si la curiosidad es la fuente del conocimiento, la imaginación es el abono con el que ambos se hacen más fértiles. El niño que habita un entorno estimulante y respetuoso con sus «devaneos» fantasiosos siempre irá un paso por delante en su itinerario vital porque su imaginación le hará anticipar, intuir, adivinar lo que en cada momento sólo es utópico e irreal, pero que con el tiempo podrá transformarse en realidad.

Resolución de conflictos en los cuentos infantiles
El niño se mueve en un torbellino de conflictos emocionales en el que la alegría y la tristeza, la euforia y la depresión, la intrepidez y el miedo, el amor y el odio, el activismo y la apatía se suceden vertiginosamente, desconcertando no sólo a los adultos del entorno sino también a él mismo. Muchos de estos conflictos están provocados por la dicotomía psicológica y afectiva entre el bien y el mal.
A veces estos impulsos o pasiones son manifestación de los desarreglos propios de la maduración y el crecimiento. Pero en otras ocasiones exteriorizan, más o menos solapadamente, graves conflictos para el niño, tanto objetivos como subjetivos (no olvidemos que el adulto debe captar no sólo lo que le pasa al pequeño sino también cómo interioriza lo que le sucede, cómo se siente).
La vacuna más eficaz contra estas «enfermedades del corazón» no es otra que el amor, la ternura y la comprensión con la que padres y maestros arropan al niño en esos momentos tan delicados. Pero a veces el adulto se encuentra con un obstáculo: sin duda ama profunda y sinceramente a su hijo, pero no sabe el modo de ayudarle ni las herramientas de que puede servirse para hacerle más llevadera su complicada travesía hacia la madurez.
Los cuentos pueden ser una de esas llaves hacia el sosiego interior y la comprensión de nuestros propios conflictos. Mediante ellos, el adulto, en una primera fase, dará de beber al niño (para más tarde beber con él y, finalmente, beber de su mano) historias en las que comprenderá, sobre todo, que no está solo, que lo que le sucede es normal y que en cada rincón del planeta anidan niños que como él sienten, sufren, ríen y gozan.
Con los cuentos aprenderá también que los sentimientos no son puros e incompatibles: nada ni nadie es inmaculadamente bueno o irremediablemente malo; se puede sentir alegría y lástima a la vez; alguien puede sernos simpático en unos aspectos y rechazable en otros; un libro puede apasionarnos al tiempo que nos causa desazón o miedo en algunos pasajes…
Los cuentos que narremos a nuestros hijos, y los que más tarde leerán por sí mismos, habrán de ofrecerles personajes coherentes y creíbles que les ayuden a ajustar sus esquemas y a aceptar que es normal que todos dudemos y sintamos un abanico multicolor de emociones. Pero al mismo tiempo, le invitarán a ir construyendo una personalidad equilibrada, en la que los errores tendrán cabida,si bien las incoherencias y contradicciones deberán ser una excepción.
Cuando el niño es pequeño los personajes de los relatos, sobre todo en la mayoría de los cuentos de hadas y populares, suelen tener perfiles muy marcados y sus estrategias para enfrentarse a los problemas habrán de ser muy diferentes de unos tipos a otros: el malvado no puede ser tierno, el bueno no puede provocar destrucción…
El niño en un momento dado se identificará con el personaje malvado, con el desobediente, con el que tiene comportamientos políticamente incorrectos… Y padres y maestros aprovecharán la ocasión para demostrarle que, aunque el adulto no apruebe dichas formas de actuar, siempre estará a su lado dispuesto a abrazarle.
Los cuentos ayudarán también al niño a comprender que el camino de la vida es difícil, pero maravillosamente fascinante. Escondidos entre sus palabras, agazapados entre sus páginas, descubrirá un sinfín de recursos para ir venciendo las dificultades: imaginación, creatividad, simbolización, relativización, sublimación, pensamiento crítico, autoestima…
El cuento ayudará al pequeño a perder el miedo a ser débil, temeroso, dubitativo... Al mismo tiempo le animará a pensar por sí mismo, a discrepar del entorno, a tomar decisiones... En una palabra: a entenderse y amarse a sí mismo tal como es y a forjar su futuro.
Pero, ojo, no creamos en los valores «terapéuticos» de la Literatura Infantil. No la concibamos como un antídoto mágico contra nada. No esperemos de ella poderes sanadores sobrenaturales. Los libros no solucionarán ningún problema del niño. Pero le pondrán en el camino de encontrar sus propias respuestas y encontrar sus salidas personales e intransferibles.

Lectura y miedos
Todos los niños pasan a lo largo de su infancia por un periodo más o menos prolongado y tortuoso de temores tanto diurnos como nocturnos: miedo a la oscuridad, a la soledad, al abandono, a la muerte, a perder el amor de los padres, a las tormentas, a diversos animales (lobos, serpientes, arañas...), a la violencia, a las catástrofes naturales, etc. Aunque pudiera parecer lo contrario, esta etapa es absolutamente necesaria para el pequeño porque le ayuda a cimentar correcta y sólidamente su estabilidad emocional.
La condición indispensable para un desarrollo natural y positivo de este periodo es que el adulto ayude al niño a exteriorizar sus miedos. Para ello será muy cuidadoso en su respuesta ante las manifestaciones temerosas del niño. Habrá de ser delicado y amoroso en su lenguaje (evitando expresiones del tipo: «¡pero mira que eres gallina!»), en sus respuestas físicas (aceptando el abrazo con dulzura y calidez) y en su acogimiento emocional (una sonrisa rebosante de ternura es el antídoto más agradable y eficiente para la angustiosa sensación de abandono que provocan los miedos infantiles).
Los cuentos son un recurso fabuloso para que el niño, solo o con la mediación del adulto, pueda ir superando sus miedos. En la Literatura Infantil el pequeño encontrará multitud de personajes que viven sus mismas experiencias y sentimientos de temor. La resolución del conflicto que ofrece el texto aliviará al lector y, como ya hemos dicho, le hará comprender que lo suyo es «normal» y de ese modo no se sentirá solo.
El miedo es necesario para el adecuado desarrollo emocional del niño. Si ante sus temores el niño percibe que los adultos rehúyen el tema, lo censuran, reaccionan despreciativamente o no reconocen sus propios miedos, la angustia del pequeño se incrementará. La literatura para niños está afortunadamente repleta de ogros, brujas, monstruos y otros seres espeluznantes, gracias a los cuales el niño se libera al materializar sus angustias y deshacerse de ellas con la derrota del dragón, la muerte de la bruja o la huida sin regreso del ogro devora-niños.
Es por eso por lo que el niño busca los cuentos que contienen escenas «peligrosas» o incluso llega a sentir cierta simpatía por los personajes malignos (le encanta el lobo porque sabe que –¡pobrecito!– acabará en el pozo con la barriga llena de piedras).
Es importantísima la actitud del adulto que narra estas historias a los niños porque la sensación de angustia de ciertos cuentos no está tanto en el propio texto cuanto en la actitud del narrador y el tono que emplea. El pasaje puede ser aterrador, pero el niño gozará, tanto conceptual como emocionalmente, si se siente acogido amorosamente por el padre que crea una atmósfera cálida para regalarle la magia de la palabra. Ojo, por tanto, con los relatos que contengan escenas de terror excesivamente explícito o con la creación de ambientes que, en lugar de acompañar al niño, le opriman y traumaticen. Y huyamos como de la peste de esas sesiones de cuentacuentos que para impresionar a los niños les aterrorizan provocando su llanto.

Conclusiones
Esperamos que los padres hayan descubierto algunas de las virtudes y utilidades de los cuentos para sus hijos. Ahora sólo tienen que sentirse capaces de acercárselos de un modo atractivo y amoroso para que sean los propios niños quienes, paso a paso, vayan dibujando su itinerario vital de lectura.
A los padres les aconsejamos también que pidan –incluso que exijan– a los maestros que enseñen a sus hijos a leer de modo que puedan descubrir que los libros esconden un universo infinito, un manantial inagotable de alimento para su mente, pero también para su imaginación y su capacidad de soñar.
Kepa Osoro

lunes, 16 de septiembre de 2013

DISFEMIA, HABLAR SIN MIEDO

Hablar en público es la peor pesadilla de muchos pero, para los disfémicos puede ser todo un infierno.

Los primeros síntomas aparecen desde los tres o cuatro años de edad, momento en el que el niño comienza a desarrollar el habla. Ahí, los padres deben estar pendientes de la manera en que su hijo trata de expresarse.

“No se debe confundir con lo que llamamos ‘disfluencias normales evolutivas de la edad’. Al principio, los niños no van a terminar nunca una idea y son los padres los que deben ayudarle a hacerlo, eso es normal. Si esta situación se prolonga, entonces hay que ver a un especialista”, puntualiza la logopeda Elisabeth Dulcet, Secretaria Técnica del Consejo General de Colegios de Logopedas.

Consultar a un experto a tiempo hace la diferencia pues, mientras que en niños el problema desaparece un 99%, en adultos solo se controla, trayendo consigo baja autoestima y miedo a hablar con los demás.

“Lo que rodea a un disfémico son los complejos que se contraen. Si salen de casa, tratan de comunicarse lo menos posible, no quieren coger el teléfono nunca y su autoestima se ve afectada por la enfermedad”, señala la psicóloga Elena Borges.

El complejo camino a la palabra
Mientras que la aparición de esta enfermedad durante los primeros años de vida no tiene una causa genética conocida, en los adultos hay dos motivos principales: un mal tratamiento del problema durante la infancia o algún accidente a nivel neurológico. A éste se le llama disfemia adquirida y puede afectar a cualquier persona.

“Se adquiere por enfermedades que producen alteraciones en una parte del cerebro, sobre todo accidentes cerebrovasculares, ictus, traumatismos cardioencefálicos, tumores e infecciones”, señala el neurólogo Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología.

Todos estos males pueden dañar las conexiones involucradas en la compleja función del habla y, como detalla el especialista, cualquier error en el sistema consigue que se pierda esta tarea que realizamos a diario y que nos parece tan sencilla.

“Cuando se produce el tartamudeo el problema está en la anticipación que necesita el cerebro para que la palabra que queremos decir salga fluida y enlazada. Antes que se diga algo, se piensa, se crea en el cerebro. Ahora es sencillo, pero con disfemia se pierde esa capacidad de seguir la secuencia”, comenta el especialista.

La disfemia en adultos representa un doble esfuerzo pues, además de trabajar en disminuir el tartamudeo, hay que hacerlo con la seguridad de la persona, ya que el sentimiento de inferioridad empeora el habla
.
“Hay una predisposición negativa para hablar en público, buscar pareja o hasta realizar una entrevista de empleo. Todas esas situaciones representan estrés y el estrés empeora la fluidez de las palabras”, detalla la logopeda Elisabeth Dulcet.

Jorge VI de Inglaterra
“Se les enseña a respirar, así como métodos de relajación. Se les da un enunciado y ellos van respirándoloe imitándolo. También hay otro ejercicio en el que se les pone un libro al frente para que vayan repitiendo las palabras hasta que logren lanzarlas en un solo golpe de voz”, detalla Elena Borges.

Otra técnica es la de enseñarle al enfermo a recitar las frases y hasta cantarlas, así se guiarán más por el ritmo y no pensarán tanto en la manera en la que salen las palabras.
En caso de tratarse de un problema neurológico, el médico también se apoya en estas dos especialidades, al tiempo que trata la enfermedad.

“Se intenta que los mecanismos que tiene el cerebro para repararse se pongan en marcha. Si es un tumor, se opera y muchas veces, la recuperación es completa”, explica el neurólogo, Carlos Tejero.

Paciencia es la clave para comenzar a ver resultados en un tratamiento contra la disfemia. Lo importante es no rendirse, seguir los ejercicios y confiar en que no importa la forma, sino el fondo.

“Muchas veces ayuda el enfocarse en algún movimiento de dedos o en otra actividad en lugar sólo de pensar en que se tiene que hablar”, comenta el neurólogo.

Curiosamente, los tres expertos encontraron el mejor ejemplo de esto en la cinta “El Discurso del Rey”, película en la que se retrata la tartamudez del rey Jorge VI y la manera en que la superó gracias a que buscó ayuda, justo como debe hacer todo aquel que sufra este problema. 

AGENCIA EFE

miércoles, 4 de septiembre de 2013

TRASTORNO ESPECÍFICO DEL LENGUAJE

Saludos

Os dejamos un interesante vídeo de la logopeda Gina Conti que nos explica que es el Trastornos Específico del Lenguaje.



Si consideras que tu hijo o hija puede estar afectado no dudes en contactar y nuestro equipo de logopedas le ayudará en su problema.

Un saludo